sábado, 22 de mayo de 2010

Crear responsabilidad a las empresas.

Se debe exigir capacitación a los operadores telefónicos y supervisores en el lugar

A quienes nos toca habitualmente lidiar con los servicios telefónicos de asistencia al cliente de las empresas de servicios no nos resulta extraño, pero quienes tienen en suerte no necesitar hacerlo no saben de que se trata.
Cuando nos toca en suerte reclamar por un servicio que no es el adquirido, el contratado, etc,. con una compañía de servicios sacamos un boleto de ingreso al purgatorio. ¿Porqué hablo de purgatorio y no infierno? Lisa y llanamente porque nuestra suerte puede hacer que sea nada más que un trámite más o menos molesto.
El problema no radica en las personas que trabajan ahí (por lo general jóvenes) sino en la nula preparación para brindar respuestas que tienen en muchos casos. Así las cosas, por estos días, sufriendo con el servicio de mi proveedor de internet obtuve cuatro respuestas diferentes , ante cuatro llamados, hasta que el último de ellos sirvió para dar con un operador capacitado que supo brindarme la respuesta necesaria.
en los tres casos anteriores me encontré con que ante la falta de respuestas de parte de los operadores y mi requerimiento de un supervisor, me dijeran que "no está en este momento", respuesta que se recibe cada vez que se pide por el susodicho superior. La tan negada presencia hace pensar que este cargo directamente no existe, o si existe, se trata de verdaderos ñoquis enquistados en la actividad privada.
Lo cierto es que la solución a estos frecuentes inconvenientes de los usuarios solo la puede dar el gobierno, obligando a las empresas en cuestión: Telefónica; EDESUR; etc. a arbitrar las medidas necesarias para que:
1º-. Todos los operadores tengan la capacitación suficiente para asesorar y resolver las problemáticas que se le presenten.
2º-. Establecer obligaciones a las empresas de tener supervisores en planta y estableciendo las multas necesarias cuando esto no se cumpla.

miércoles, 19 de mayo de 2010

Para los que aún preguntan ¿por qué?

Hay días en que la pregunta suena y resuena como un eco. Hay días en que uno mismo llega a preguntarse, de tanto escuchar “su verdad” si verdaderamente “no será una campaña”.
Pero uno que se ha preocupado por aprehender la historia sabe muy bien que la verdad en este tema es una sola.
Brutal, feroz, incontrastable.
Mientras en Clarín y el resto de los medios nacionales recibían los cables de ANCLA donde Rodolfo Walsh informaba sobre torturas; secuestros; asesinatos y desapariciones y los tiraban al cesto de basura sus jefes editorializaban a favor de la carnicería comandada por Videla e ideada por Martínez de Hoz y sus secuaces.
Ellos, que ahora hablan de defensa de la libertad de expresión ocultaron los más negros y cobardes hechos de la historia de la Nación. Ellos que dicen defender los valores democráticos no solo se enriquecieron con la dictadura, sino que fueron sus cómplices y le dieron cobertura en sus medios.
Terroristas; subversivos; criminales apátridas; agentes del comunismo internacional; voceros de la campaña antiargentina.
Ellos son todo eso, ellos lograron su posición de poder con sangre de nuestros hermanos y también deben pagar.
Tal vez estos dos textos escritos el mismo día hace ya muchos años nos eximan de más explicaciones.







Periodismo Siglo XXI

Los tenedores y el nuevo paradigma

Hace ya mucho tiempo que quienes ejercemos el periodismo escuchamos decir que “no se hace periodismo de periodistas”. Esto en buen criollo no es otra cosa que decir que “de los colegas no se habla”.
Pero... ¿Por qué no?
Poca cosas hay más revulsivas y cobardes que las corporaciones, y eso justamente es lo que viene a reforzar esta regla no escrita del periodismo.
No se hace periodismo de periodistas significa lisa y llanamente que no se dice claramente que los periodistas que tenían responsabilidades en medios durante la dictadura fueron cómplices de la masacre de ese período, porque ninguno de ellos pudo haber ignorado los hechos aberrantes que acontecían.
Significa reclamar claridad y transparencia sobre el patrimonio de los políticos, pero denunciar de inmediato si alguien reclama conocer el patrimonio de algún miembro de la prensa.
Significa tener derecho a juzgar, sin que la justicia intervenga si un determinado ciudadano es culpable o no, de acuerdo a las necesidades de los tiempos de cada medio, pero exigir que no se reproche a los periodistas si cometen errores.
Significa exigir honestidad y probidad a nuestros representantes mientras se perciben sobre por debajo de la mesa para nombrar a tal o cual, o para dejar de nombrarlo.
Significa omitir determinadas acciones de una empresa o persona porque paga publicidad, mientras se cacarea independencia y honestidad con absoluta impunidad.
Todo eso significa “no hacer periodismo de periodistas” y a todo eso está llegando el momento de decir en voz alta ¡¡Basta!
Nuestro país ha dado excelentes ejemplos de periodismo a lo largo de su historia. Desde Mariano Moreno, que muriera envenenado en alta mar, hasta Rodolfo Walsh, que muriera en vaya a saber que mesa de tortura o de que otra manera, pasando por Raúl González Tuñón; Roberto Arlt; Paco Urondo; Juan Gelman; Osvaldo Bayer y tantos otros.
Periodistas que supieron ofrendar la vida en el ejercicio de su tarea cuando fue necesario (no olvidemos que el casi centenar de periodistas desaparecidos durante la última dictadura es el porcentaje más alto de víctimas por profesión).
Ante la memoria y el recuerdo de esos trabajadores de prensa que entregaron lo más preciado que posee un ser humano en pos de la verdad es que debemos hincarnos y decidir de una vez por todas hacerle un espacio a la verdad.
Los entregadores de compañeros de ayer, los cómplices de los verdugos, los delatores, los cobardes.
Los que no pudieron o no supieron estar a la altura de sus obligaciones deben ser claramente señalados.
Ellos, ante el reclamo de las Madres de verdad también en este ámbito ya pusieron el grito en el cielo y empezaron a denunciar “cazas de brujas”. Pero no deberían temer. En el peor de los casos si estas existieran jamás serían ni por asomo parecidas a las que ellos mismos prohijaron con la acción o la omisión.
Y frente a esos dinosaurios cómplices de la destrucción de una generación toda se yerguen hoy las nuevas generaciones de periodistas. Generaciones de las que, por cierto, no podemos esperar demasiado.
Algunos la llaman la generación de las 200 palabras (en alusión a sus pobres conocimientos, otros simplemente la generación de tenedores, si de tenedores de micrófonos, mientras quien está delante de estos “hace lo suyo” sin preocuparse o espantarse si en esa acción se miente, se omite o se difama.
Y allí comienza a rodar hacia la alcantarilla la que alguna fuese de las más honrosas labores: el periodismo.
A paso firme de la mano de los tenedores y en el nombre del nuevo paradigma que no cesan de predicar las universidades, sobre el rol de los “profesionales de la comunicación” y su nuevo paradigma del éxito: una buena posición económica; un coche 0 Km una quinta de veraneo y una abultada cuenta bancaria.
Pero claro, de eso no hay que hablar, esos valores no hay que discutirlos so pena de convertirse en un paria rechazado por “los colegas”.
Hay que mirar para otro lado, dejar que cada quien haga su negocio y preocuparse en el propio y a fin de mes fijarse quien la tiene mas grande para consagrar al periodista más exitoso.