miércoles, 19 de mayo de 2010

Periodismo Siglo XXI

Los tenedores y el nuevo paradigma

Hace ya mucho tiempo que quienes ejercemos el periodismo escuchamos decir que “no se hace periodismo de periodistas”. Esto en buen criollo no es otra cosa que decir que “de los colegas no se habla”.
Pero... ¿Por qué no?
Poca cosas hay más revulsivas y cobardes que las corporaciones, y eso justamente es lo que viene a reforzar esta regla no escrita del periodismo.
No se hace periodismo de periodistas significa lisa y llanamente que no se dice claramente que los periodistas que tenían responsabilidades en medios durante la dictadura fueron cómplices de la masacre de ese período, porque ninguno de ellos pudo haber ignorado los hechos aberrantes que acontecían.
Significa reclamar claridad y transparencia sobre el patrimonio de los políticos, pero denunciar de inmediato si alguien reclama conocer el patrimonio de algún miembro de la prensa.
Significa tener derecho a juzgar, sin que la justicia intervenga si un determinado ciudadano es culpable o no, de acuerdo a las necesidades de los tiempos de cada medio, pero exigir que no se reproche a los periodistas si cometen errores.
Significa exigir honestidad y probidad a nuestros representantes mientras se perciben sobre por debajo de la mesa para nombrar a tal o cual, o para dejar de nombrarlo.
Significa omitir determinadas acciones de una empresa o persona porque paga publicidad, mientras se cacarea independencia y honestidad con absoluta impunidad.
Todo eso significa “no hacer periodismo de periodistas” y a todo eso está llegando el momento de decir en voz alta ¡¡Basta!
Nuestro país ha dado excelentes ejemplos de periodismo a lo largo de su historia. Desde Mariano Moreno, que muriera envenenado en alta mar, hasta Rodolfo Walsh, que muriera en vaya a saber que mesa de tortura o de que otra manera, pasando por Raúl González Tuñón; Roberto Arlt; Paco Urondo; Juan Gelman; Osvaldo Bayer y tantos otros.
Periodistas que supieron ofrendar la vida en el ejercicio de su tarea cuando fue necesario (no olvidemos que el casi centenar de periodistas desaparecidos durante la última dictadura es el porcentaje más alto de víctimas por profesión).
Ante la memoria y el recuerdo de esos trabajadores de prensa que entregaron lo más preciado que posee un ser humano en pos de la verdad es que debemos hincarnos y decidir de una vez por todas hacerle un espacio a la verdad.
Los entregadores de compañeros de ayer, los cómplices de los verdugos, los delatores, los cobardes.
Los que no pudieron o no supieron estar a la altura de sus obligaciones deben ser claramente señalados.
Ellos, ante el reclamo de las Madres de verdad también en este ámbito ya pusieron el grito en el cielo y empezaron a denunciar “cazas de brujas”. Pero no deberían temer. En el peor de los casos si estas existieran jamás serían ni por asomo parecidas a las que ellos mismos prohijaron con la acción o la omisión.
Y frente a esos dinosaurios cómplices de la destrucción de una generación toda se yerguen hoy las nuevas generaciones de periodistas. Generaciones de las que, por cierto, no podemos esperar demasiado.
Algunos la llaman la generación de las 200 palabras (en alusión a sus pobres conocimientos, otros simplemente la generación de tenedores, si de tenedores de micrófonos, mientras quien está delante de estos “hace lo suyo” sin preocuparse o espantarse si en esa acción se miente, se omite o se difama.
Y allí comienza a rodar hacia la alcantarilla la que alguna fuese de las más honrosas labores: el periodismo.
A paso firme de la mano de los tenedores y en el nombre del nuevo paradigma que no cesan de predicar las universidades, sobre el rol de los “profesionales de la comunicación” y su nuevo paradigma del éxito: una buena posición económica; un coche 0 Km una quinta de veraneo y una abultada cuenta bancaria.
Pero claro, de eso no hay que hablar, esos valores no hay que discutirlos so pena de convertirse en un paria rechazado por “los colegas”.
Hay que mirar para otro lado, dejar que cada quien haga su negocio y preocuparse en el propio y a fin de mes fijarse quien la tiene mas grande para consagrar al periodista más exitoso.

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